Reciben el nombre de “candy bombs” y son el último recurso del ejército ucraniano para resistir a la invasión rusa. En este conflicto estamos viendo el uso de la tecnología más puntera, en este caso con las impresoras 3D, de forma muy económica y accesible para grandes números de personas en todo el país.
Las impresoras 3D entre el arsenal armamentístico
El conflicto en Ucrania se prolonga de forma indefinida, y los costes de la guerra hacen que ambos bandos utilicen todo lo que tienen a su alcance para reducir los costes armamentísticos. Desde que Rusia invadió la región de Crimea en 2014, la tensión en la región ha ido en aumento, estallando el conflicto a gran escala desde febrero de 2022. Según ha informado The Economist, la impresión en 3D está formando parte del esfuerzo bélico de formas distintas desde su inicio, incluído recientemente para crear bombas. Es una manera efectiva y eficiente de suplir la escasez causada por la guerra, y utilizar el ingenio. Otros de los usos de esta tecnología son para imprimir torniquetes, prótesis, equipo de protección, drones e incluso material escolar.
Las bombas se crean mediante piezas impresas con 3D, rellenadas con explosivo C4 y restos metálicos que no sufren de tanta escasez en el frente. Estos artefactos son creados por una cadena de comunidades con impresoras 3D a su alcance que construyen bombas de manera amateur. No solo en Ucrania, también en Polonia y Latvia están contribuyendo estos fabricantes amateurs para que las bombas puedan llegar a los soldados en el frente. Según confirman los expertos, son más efectivas que las granadas de mano ya que pesan 800 gramos en lugar de 300 y por lo tanto tienen un mayor alcance. Además tienen un coste mucho menor, cada una producida por menos de 3.85 dólares. Reciben apodos como “candy bombs” y «rabbits” pero tienen un gran poder destructivo, pudiendo atravesar todo tipo de superficies. Hay grupos que aseguran estar fabricando 1000 unidades cada semana, y el número de bombas que ha llegado en el último mes podría superar las 100,000. Porque la “Print Army” como se autodenomina este ejército de impresores, tiene redes por toda Europa contribuyendo a esta causa. Se espera que la producción siga en aumento mientras el gobierno ucraniano está dejando que entren estos artefactos en el país y busca su estandarización.
La revolución de la impresión 3D
Esta tecnología lleva tiempo en crecimiento y explorando su potencial. En este caso, la guerra nuevamente supone un factor clave para potenciar el ingenio y la creatividad para utilizar la tecnología de nuevas maneras. Al poder crear cualquier artefacto con materiales baratos, es posible ahorrar de forma mayúscula en los costes de producción y distribución, sobre todo en una zona afectada por un conflicto bélico. Además, permite ahorrar en gran medida los materiales utilizados, mediante diseños que se pueden adaptar y personalizar, y que optimizan los recursos disponibles. Como se está dando en Ucrania, la impresión 3D puede llegar a numerosos campos, incluida la medicina y la ingeniería, pero también la educación.
Sin embargo, como toda innovación, la impresión en 3D también plantea desafíos y consideraciones éticas. A medida que esta tecnología se vuelve más accesible, surge la necesidad de establecer regulaciones que garanticen su uso seguro y responsable. Si los planos para construir bombas o armas son accesibles online, esto supone un riesgo para la seguridad a nivel internacional. Ya se han dado casos en los últimos años de asesinatos y atentados perpetrados utilizando esta tecnología. Igual que se puede crear cualquier objeto de forma deslocalizada, también implica su ausencia de un número de serie y rastreabilidad. En conclusión, la impresión en 3D representa una evolución significativa en el mundo de la fabricación y la innovación. Su potencial para impulsar la eficiencia, la personalización y la creatividad es innegable. Pero también demanda nuestra atención a medida que la impresión en 3D juega un papel cada vez más prominente en la forma en que diseñamos y construimos nuestro entorno. El caso de Ucrania puede ser un peligroso precedente, y todo indica que los conflictos armados desde hoy incorporarán esta tecnología.