Para el año 2025, gracias a una nueva ley aprobada por el Consejo Europeo, todas las autopistas de la UE tendrán que contar con estaciones de recarga rápida para vehículos eléctricos cada 60 kilómetros. La apuesta a gran escala por los coches eléctricos tiene grandes consecuencias.
Incentivar los vehículos eléctricos
La intención de la UE es clara: potenciar el uso de los coches eléctricos. Con estaciones de recarga rápida, viajar en un vehículo eléctrico por Europa será sencillo y asequible. Simultáneamente, contribuye a reducir la emisión de gases contaminantes, una prioridad desde Bruselas. Además de incluir la necesidad de tener estas estaciones cada 60 kilómetros, las nuevas reglas también afectan a la forma de pago. Será necesario poder pagar con tarjeta de crédito o contactless, y sin necesidad de ninguna suscripción. Lo que se busca es la máxima sencillez y transparencia en el proceso de recarga. La nueva legislación impondrá estos requisitos sobre la red de autopistas que conectan los países de la UE (Trans European Transport Network). Los requisitos también incluyen una potencia de carga superior a 150kW. Estas medidas son parte de la estrategia de la UE para reducir las emisiones en un 55% para el año 2030. Hemos visto otras medidas enfocadas a reducir el tráfico en las grandes ciudades y apoyar los vehículos de hidrógeno. Pero el objetivo verdaderamente ambicioso es lograr la neutralidad climática para 2050.
Muy ligado a los nuevos vehículos eléctricos, destacan los esfuerzos de las grandes empresas tecnológicas por crear el coche inteligente. Recientemente, hemos visto cómo la IA podría entrar también en el sector del automóvil y ofrecer funcionalidades revolucionarias. Pero por el momento, es un progreso lento y que llevará años hasta que podamos ver a gran escala. Porque la verdadera revolución en el transporte la veremos cuando todos los coches se puedan comunicar y coordinar mediante el IoT y la IA.
El lado oscuro de los coches eléctricos
Los distintos medios de transporte son responsables del 25% de las emisiones de gases nocivos en Europa. Los coches contribuyen al 71% de esas emisiones, seguidos por los aviones y barcos. Las principales economías y empresas automovilísticas están apostando por los vehículos eléctricos como la gran alternativa a la gasolina y el diesel. Sin embargo, los activistas climáticos advierten de que los coches eléctricos también suponen un impacto negativo en el planeta. En su fabricación, se liberan más gases de efecto invernadero que con un coche normal. Esto se debe a que las baterías contienen materiales que deben ser minados y refinados. La extracción de estos materiales, como el litio o el cobalto tiene un impacto muy negativo en el medio ambiente pero también en los países donde se lleva a cabo esta actividad con mano de obra barata y en ocasiones infantil. Mantener una producción a gran escala de coches eléctricos plantea una serie de retos que algunos creen difíciles de solventar. Es por ello que se especula con que lleguen antes las estaciones de recarga que un gran número de vehículos eléctricos a las carreteras europeas.
La compleja infraestructura detrás de la producción de estos vehículos ya ha supuesto para coches como los Tesla una larga lista de espera, y unos precios superiores. Por otra parte, estos medios de transporte sólo son tan sostenibles como los medios utilizados para crear la energía que consumen. La transición ecológica debe por lo tanto llegar de manera uniforme también a la producción energética. Y por último, tras concluir la vida útil de los vehículos eléctricos y sus baterías, un proceso más efectivo de reciclaje y gestión de los residuos es primordial. Actualmente, las pesadas y contaminantes baterías suelen acabar en vertederos de países tercermundistas donde los materiales se filtran en la tierra. Cuando las sustancias tóxicas llegan a las distintas capas freáticas, tienen un impacto devastador sobre el medio ambiente y la vida cercana, contaminando cultivos y el agua potable. Las acciones para impulsar los vehículos eléctricos son sin duda un paso en la dirección adecuada, pero se deberán tener en cuenta todos los aspectos negativos para trabajar en ello. De lo contrario, el esfuerzo será en parte una campaña de greenwashing.