Con la vuelta al cole y la universidad, cada vez son más los estudiantes que llevan a las aulas plataformas inteligentes para tomar notas. Algunas están incorporando la IA para resumir textos y recopilar información más rápido que nunca. Pero a muchos expertos les preocupa que al dejar de tomar notas como antes, se pierda una parte esencial del proceso de reflexión y aprendizaje.
Las plataformas de productividad
El concepto de productividad se ha vuelto recurrente entre los dispositivos orientados a la educación. Ya sea para ordenar nuestro horario, nuestros documentos o incluso para tomar notas, la tecnología ha transformado la forma en que se lleva a cabo la vida estudiantil. Si entras en cualquier clase de grado o postgrado, no encuentras a prácticamente ni un estudiante que no tenga un ordenador o tablet para tomar notas. Y en los colegios es solo cuestión de tiempo que esto se vuelva habitual. Pero quizás la tecnología no estimula de la forma adecuada el proceso de adquirir conocimientos como ponen de manifiesto muchos docentes. En el momento en que es posible tomar notas de forma casi automática con una plataforma, o compartir las notas en tiempo real con el resto de compañeros de la clase, se recompensa mucho menos el esfuerzo cognitivo que supone escuchar y resumir las ideas principales.
Aunque sea un proceso relativamente mecánico, tomar notas de forma manual recompensa la atención y en el propio proceso facilita su absorción. Muchos sienten que al recopilar apuntes de una forma automatizada, la cantidad de datos y referencias resulta abrumadora, y puede de hecho perjudicar al proceso de aprendizaje. Para los profesores, resulta ciertamente complicado mantener la atención de los alumnos en la clase, y por ello han surgido voces que buscan prohibirlos. Por un lado permiten a los estudiantes completar la información con rápidas búsquedas en internet, e incluso utilizar la inteligencia artificial en tiempo real. Pero frecuentemente también hacen que los estudiantes mantengan una o varias conversaciones en privado a través de whatsapp, y se distraigan consultando información ajena a la clase. Quizás una de las voces más relevantes que avivó este debate fue la de Daniel Arias-Aranda, en su carta: Querido alumno universitario de grado, te estamos engañando. Cuando la IA se vuelva aún más desarrollada, los docentes ni siquiera serán necesarios para resolver dudas.
Un cisma en la educación
Frente al impacto que tiene la tecnología en las aulas, algunas instituciones educativas están apostando por un modelo de enseñanza centrado en la retórica y el debate. Esto no es incompatible con tener internet, pero la manera en que se conducen las clases es ciertamente distinta que escuchar a un orador y tomar notas. Teniendo en cuenta las habilidades que van a ser más valiosas en el mercado laboral del futuro, este modelo educativo resulta mucho más lógico y práctico. Las habilidades sociales ya son muy importantes, pero indudablemente van a adquirir una dimensión mucho mayor. La capacidad de adaptarse al cambio y aprender de manera continua se ha convertido en una habilidad crítica. De la misma forma, la inteligencia emocional y la empatía se vuelven aún más relevantes en un mundo altamente interconectado. Por otra parte, la creatividad y la resolución de problemas complejos seguirán siendo esenciales. A medida que las tareas rutinarias son cada vez más automatizadas, se valorará la habilidad de idear soluciones únicas y pensar de manera creativa en la resolución de desafíos.
Por lo tanto, el sistema educativo se debe adaptar a las nuevas circunstancias, o de lo contrario va a haber un cisma entre los distintos modelos educativos. Paradójicamente, no beneficia a los centros que tengan unos recursos mayores para tener acceso a la tecnología más puntera, sino a aquellos que tengan a los docentes más capaces de fomentar el debate y la reflexión. Al fin y al cabo, lo que se recompensa son las habilidades humanas, tanto en la educación como en el mercado laboral, y las conocidas como soft skills. La tecnología tendrá un poder democratizador en lo referente al acceso a la información. El sistema educativo del futuro se convierte así en un equilibrio entre la innovación tecnológica y la esencia misma de la educación: nutrir mentes para prosperar en un mundo cambiante. MIles de años después, el sistema socrático se volverá más relevante que nunca: aprender mediante el diálogo y las preguntas.