Si queremos evitar los escenarios distópicos que llevamos un tiempo temiendo, los expertos apuntan a que la solución reside en enseñar empatía a la IA. Se trata de un rasgo humano que es esencial para la convivencia y que se reduce en ponerse en el lugar del otro. ¿Pero cómo hace esto una máquina?
La importancia de la empatía
Resulta que para lograr que las IAs se vuelvan inocuas, hace falta impartirles un cierto nivel de educación emocional. Como si fuese un niño, si quieres evitar que se convierta en un asesino, debes enseñarle a preocuparse por los demás. Aunque la comparación resulta impensable, lo cierto es que los procesos de machine learning no se encuentran tan lejos de la forma en que aprendemos los humanos cuando crecemos y nos relacionamos con nuestro entorno. En la práctica, igual que sucede en el mercado laboral, la inteligencia emocional es igual de importante que los conocimientos técnicos. O incluso más según la tecnología es capaz de agilizar y democratizar el acceso a la información. Dentro de la inteligencia emocional, se podría considerar que la empatía es un pilar esencial. No deja de ser una forma de reconocer, entender, interpretar y responder a las emociones humanas. Esto sumado a una avanzada comprensión del contexto, puede permitir que la IA cuente con una empatía artificial.
Para permitir que la IA siga creciendo y se vuelva una parte fundamental de nuestras vidas, el desarrollo de la empatía artificial es primordial. Esto no solo es atractivo para los desarrolladores desde un punto de vista de seguridad, sino también porque es una manera de mejorar enormemente sus prestaciones. Si la IA es capaz de entender cómo te sientes, será capaz de ofrecerte un servicio personalizado mucho mejor. La experiencia del usuario cuando la IA pueda hacer esto será infinitamente más profunda y llena de posibilidades. Cuando todos los dispositivos estén integrados con una IA, incluidos nuestros móviles, vehículos y hogares, la empatía será una diferencia decisiva. Por ejemplo, si estás estresado, podría reducir las notificaciones, el ruido y reproducir música tranquila. O si estás triste, podría ofrecerte consejos, contenido positivo y facilitar que puedas hablar con personas cercanas. Pero como siempre, la privacidad juega un papel extremadamente importante para que esto sea sostenible.
Enseñar emociones a las máquinas
La base de querer enseñar a las máquinas a entender y procesar las emociones no debe confundirse con enseñarles a sentir esas emociones. No se busca para nada que las máquinas desarrollen una conciencia, simplemente que tengan habilidades sociales además de su extenso repertorio de habilidades técnicas. Dentro de la programación que llevan las máquinas, sería posible incluir que en sus decisiones calculen y tengan en cuenta otros puntos de vista. Esto sería beneficioso para que puedan entender mejor a los humanos y perfeccionar su forma de relacionarse con ellos, pero también para cuestionar su propio punto de vista y lograr nuevas soluciones a problemas. En determinados sectores como la sanidad o la educación, la IA funciona mucho mejor cuando pone a prueba la empatía. Incluso hay quien defiende que en el largo plazo podrán hacerlo mejor que los propios humanos a la hora de comprender y tener en cuenta las emociones. Por ejemplo, si se obtienen datos biométricos a tiempo real.
Según se plantean grandes preocupaciones para asegurar que la IA sea ética, la empatía artificial parece ser el mejor camino. Esta perspectiva aplica el Design Thinking a la IA. Es decir, tener a los consumidores y los usuarios en el foco a la hora de idear y desarrollar un producto. Y no resulta descabellado pensar que la IA, con su capacidad de aprendizaje igual o superior a la humana, debe también aprender a ser responsable y considerada. En la carrera tecnológica existe una prisa por lograr que las máquinas sean capaces de igualar y superar a los humanos en cuanto a inteligencia. Pero la inteligencia no se limita solo a los conocimientos, puesto que en ese caso hace tiempo que estamos fuera de juego, sino que también tiene una parte emocional. Porque un sistema completamente frío y racional es peligroso, pero también es menos apetecible para convivir con él en un futuro próximo. Pero por desgracia es hacia dónde nos dirigimos por el momento, mientras no cambien las prioridades.