Desde hace años, Estonia ha tratado de digitalizar todos los procesos del gobierno, incluidas las elecciones, el sistema sanitario, los impuestos y los transportes, junto con todas las actividades burocráticas. ¿Serán así los gobiernos del futuro?
¿Cómo se digitaliza el gobierno de un país?
Estonia ha experimentado una transformación digital pionera, convirtiéndose en un referente mundial en cuanto a la digitalización del gobierno. Desde finales de los años 90, el país ha implementado una serie de reformas y políticas que han facilitado la transición hacia un gobierno digital. Uno de los elementos clave de este proceso ha sido la introducción de una identidad digital para todos los ciudadanos, permitiéndoles acceder a una amplia variedad de servicios en línea de manera segura. Esto ha simplificado trámites como la votación, el acceso a servicios de salud, la educación y las transacciones bancarias. Pero esto no ha sucedido de la noche a la mañana, sino que ha sido un proceso gradual a lo largo de varias décadas que ha permitido la adaptación de todos los ciudadanos. Muchos trámites se pueden hacer de forma tradicional también para que la tecnología no resulte invasiva ni excluyente.
La digitalización en Estonia también ha promovido la transparencia y la eficiencia en la administración pública, reduciendo la burocracia y mejorando la prestación de servicios. La implementación de la tecnología blockchain ha fortalecido la seguridad de los datos y ha incrementado la confianza en los servicios digitales. Además, el gobierno estonio ha puesto un énfasis especial en la educación y la inclusión digital, asegurando que todos los ciudadanos tengan las habilidades necesarias para participar en la sociedad digital y tengan acceso a las oportunidades que esta ofrece. A día de hoy se ha convertido en un ejemplo de cómo digitalizar un gobierno de forma gradual y sobrevenir los desafíos que presenta un reto de estas dimensiones. Es cierto que su pequeña población supone una ventaja para poder probar y llevar a cabo medidas innovadoras de este estilo, pero no deja de tener mucho mérito su perseverancia y esfuerzo.
¿Se van a volver obsoletas las papeletas?
En el año 2004, Estonia se convirtió en el primer país en llevar a cabo las elecciones nacionales con voto online. Desde entonces, el país europeo ha seguido perfeccionando este sistema para lograr que puedan votar sus ciudadanos de la forma más cómoda desde sus casas. Dadas las circunstancias climatológicas adversas, la pequeña población y las zonas rurales del país, ha sido una manera de mantener una buena participación. La gran accesibilidad permite que cualquier ciudadano mayor de edad pueda votar, incluso los residentes en el extranjero. Desde cualquier parte del mundo con internet, los estonios pueden votar online con su documento de identidad. Curiosamente, pueden cambiar su voto si así lo desean, también online. En las últimas elecciones nacionales, más de la mitad de la población ha optado por este formato. Porque es compatible con el voto tradicional, que se sigue llevando a cabo mediante papeletas y urnas físicas. La pregunta que se hace todo el mundo por lo tanto es: ¿por qué no se puede votar online en otros países?
Tras enfocar mi tesis universitaria en esta cuestión, descubrí que la ciberseguridad es el principal problema para poder llevar este sistema a cabo en todo el mundo. Estonia mismamente se ha enfrentado a grandes ciberataques que han comprometido los resultados de las elecciones y el funcionamiento de sus instituciones, el peor de ellos en 2007. Desde entonces lo cierto es que han progresado mucho para evitar estas situaciones, introduciendo medidas como el blockchain para asegurar la seguridad de los resultados. El obstáculo al que se enfrentan la mayoría de países es que las elecciones son un asunto muy delicado. Incluso asegurando que sea un sistema infalible, los gobiernos tendrían que reformar el sistema para introducir el voto online, algo que en la práctica no les merece la pena. Por ejemplo, en España sería necesario reformar la constitución, algo que en el corto plazo resulta inimaginable. Sorprendentemente, el papel y las urnas de toda la vida son efectivas todavía y lo serán durante un tiempo. Aunque sea un sistema más costoso, el papel asegura que hay un registro físico del voto y que no hay ningún intermediario.
Probablemente, en el largo plazo cada vez más países adopten el voto electrónico ya que supone grandes ventajas. Según el sistema digital pueda prever cualquier problema y la mayoría de ciudadanos tengan una firma electrónica, no será un reto mayúsculo. El verdadero reto será convencer a la población de que es un sistema igual de válido. Pero siguiendo el ejemplo de Estonia, se puede lograr y se puede combinar con las elecciones tradicionales.