Cada vez más, triunfan las cuentas de planes gratis, ya sea dentro o fuera de España. No paramos de ver Reels sobre “Los mejores planes gratis en Barcelona” o “Los mejores planes gratis de viaje”. ¿Mitificamos lo gratis solo por ser gratis? ¿Existen verdaderamente planes gratis que merezcan la pena?
Los mejores planes gratis…¿son mejores para quién?
Cuando viajamos, solemos tratar de ceñirnos a un presupuesto, por lo que los planes gratis nos pueden venir genial para complementar nuestras actividades de pago. De hecho, dependiendo de donde viajemos, muchas veces nos da la sensación de que es imposible hacer absolutamente nada sin gastar. Hay que pagar entradas en museos, parques, monumentos o miradores. Por no hablar de que comer o beber suele ser un gasto recurrente fuera de casa. Y curiosamente, a pesar de lo caro que es visitar muchos sitios, vemos grandes aglomeraciones de turistas. Es lo que tienen las “visitas obligatorias”. Pero, quizás hay mejores planes gratis, y menos glamurosos que esos planes de pago en los que tenemos que abrirnos paso entre miles de personas. Yo desde luego, recuerdo mucho más agradable sentarme en el césped del Campo de Marte que subir a la torre Eiffel.
Pero luego, no hay que olvidar que lo gratis suele tener trampa. No deja de ser un reclamo muy poderoso que los expertos (o no tan expertos) en marketing siguen explotando. Sin embargo, suele tener una forma de que acabemos gastando. Por ejemplo, muchos sitios se jactan de tener una entrada gratuita, para luego cobrar un precio mucho más elevado por comida, bebida, etc… Es por esta razón, que lo gratis no siempre es verdaderamente gratis. Y ya se sabe que lo barato siempre sale caro…
¿Es lo gratis mejor solo por ser gratis?
Para muchos, la respuesta es un rotundo sí. Y cuesta encontrar a alguien que no sea amigo de lo gratis. Hasta la propia palabra nos encanta, y la seguimos viendo en todas partes como un reclamo publicitario infalible. Sin embargo, el éxito de lo gratuito tiene el mismo problema que el éxito de los planes de pago: la masificación. Con incontables influencers y travel bloggers compartiendo consejos sobre cualquier rincón del mundo, cuesta encontrar nada alejado de las hordas de visitantes. Incluso en lugares aparentemente perdidos en rincones aleatorios de las ciudades te encuentras a un grupo de turistas que ha visto el mismo Reel que tu. Ya sea para sacar una foto de lo más estética, para ver una tienda especial o probar un restaurante de moda. Incluso hay veces que no hace falta mucho para atraer a esta especie tan popular de turistas. Recuerdo perfectamente ver a decenas de personas agolparse en unas escaleras de colores en Estambul, en un barrio muy alejado del centro, solo porque quedaban bonitas para una foto.
En estos casos, desde luego que lo gratis nos puede defraudar, y es posible que prefiramos pagar una entrada para disfrutar de la tranquilidad. En el fondo, como un buen viajero sabrá ya, la clave reside en poder adaptarse. Escoger en cada situación o ciudad la mejor opción, independientemente de que sea gratis o no. Porque hay cosas que verdaderamente merecen la pena, aunque tengamos que renunciar a una cena especial en su lugar. Lo que sin duda es contraproducente, es viajar (o incluso vivir) pensando solo con la cartera. Porque está igual de desaprovechado un viaje en el que solo queremos hacer cosas gratis a uno en el que solo queremos estar rodeados por la alta sociedad en sitios exclusivos. Viajar implica salir de nuestra zona de confort y conocer otras realidades, ya sea dándonos el capricho de subir al Empire State o renunciando a pasar el día en el resort para conocer el centro de La Habana. Ambas partes son imprescindibles para tener una experiencia completa y equilibrada.