En las plataformas de streaming e incluso en el cine cada vez es más habitual ver nuevas versiones de películas o series del pasado. Por un lado es la manera de que nuevas generaciones conecten con las grandes historias de la ficción, pero también es una manera de asegurar ciertos ingresos a las productoras. Sin embargo, ¿hasta cuándo se podrá vivir de la nostalgia?
Remakes, reboots, reshoots y revamps
En cierto modo, nos recuerdan a una estrategia típica del marketing, igual que los mensajes de “nueva receta mejorada” o “la misma de siempre reinventada”. La clave está en mantener los suficientes ingredientes que hicieron triunfar la producción original pero darle la revitalización necesaria para que vuelva a ser interesante. Esto se puede conseguir con nuevos actores de moda, efectos especiales actualizados o pequeños cambios en el guión. En ocasiones las historias del pasado siguen volviendo a la gran pantalla una y otra vez (revamps o modernizaciones), como es el caso de Drácula, Romeo y Julieta, Frankenstein, Sherlock Holmes… Disney se ha especializado en volver a contar sus grandes clásicos de nuevas formas cada década para que sigan siendo una fuente de ingresos. Por otra parte, las sagas de superhéroes se han llenado de reboots (volver a contar la misma historia obviando lo sucedido en las anteriores entregas), como en el caso de Spiderman, Batman o Superman. Marvel y DC también se han graduado en el uso de esta fórmula.
No obstante, la creciente dependencia de los remakes como una inversión segura plantea interrogantes sobre la originalidad y creatividad en la industria del cine. ¿Por qué no atreverse a contar nuevas aventuras y apostar por nuevos guionistas? Y, dado que las creaciones originales suelen ser sublimes, ¿por qué no conformarse con ellas?. Por un lado existe el riesgo económico, cada vez menos atractivo para las productoras frente a la fidelidad de las comunidades de fans intergeneracionales. Pero también existe algo más profundo en esta tendencia, que conecta con nuestra misma esencia como humanos. Las narraciones épicas y trascendentales tienen el poder de hipnotizarnos una y cien veces, independientemente de lo que nuestra parte racional opine. Y pese a que hemos idealizado y refinado el ocio mediante las críticas profesionales y la educación superior, como sociedad seguimos siendo mucho más sencillos de lo que pensamos. No somos tan distintos de las generaciones anteriores, y por ello sus grandes tramas siguen triunfando y conmoviendo. Solo es necesario darles un lavado de cara y corregir las partes políticamente incorrectas, porque resulta no ser incompatible disfrutar de una historia con saber qué es lo que va a suceder en ella.
Precuelas, secuelas, paracuelas y spin-offs
En este caso, se aprovecha un universo ficticio exitoso para seguir contando nuevas historias y enriqueciendo el contenido ya existente. Sería el equivalente a lanzar una gama de productos complementarios o de expansión en marketing. Pero pese a que pretende ser más atrevido y original que los remakes, muchas veces caen en el tópico del “refrito” y se convierten en una versión prácticamente idéntica. El ejemplo más conocido es Star Wars, para muchos la gallina de los huevos de oro por excelencia. Ha realizado precuelas (lo que sucedió antes de las películas originales), secuelas (lo que sucedió después) y paracuelas (lo que sucedió en paralelo). Lo cierto es que pocas historias pueden tener tanta riqueza de trama y personajes para poder dar tanto de sí. Y las que tienen este potencial son muy valiosas para los productores, que invierten fortunas en su copyright. Pero también existe un riesgo real de que se desvirtúe la saga o se pierda el interés. Esto es lo que parece estar sucediendo con Indiana Jones, Rocky o Fast and Furious, entre muchas otras. Un dato abrumador es que por ejemplo en 2011, un 80% de las películas más taquilleras fueron secuelas.
Igual que hacen muchas empresas en otros sectores, lo que se explota es la extraña fidelidad que desarrollan las personas con los productos que consumen. En ocasiones, los espectadores sienten la obligación de saber cómo sigue evolucionando la historia, y por eso siguen enganchados a una saga. Pero, como sucede sobre todo con las series, existe un acuerdo tácito de que los guionistas pondrán tarde o temprano un digno final a los acontecimientos, y no seguirán ordeñando la curiosidad de los seguidores eternamente. Aunque por desgracia, esta relación no siempre es respetuosa, de la misma forma que las empresas se comportan de forma deshonesta en otros sectores para maximizar sus ganancias. Si perpetuamos el miedo a lo desconocido y solo apostamos por los títulos conocidos, se va a perder la oportunidad de que muchos grandes relatos vean la luz. Con la llegada de la IA y la huelga en Hollywood, esperemos que sea un punto de inflexión para apostar por la novedad y no seguir contando los mismos cuentos. O por lo menos contarlos con más originalidad.